martes, 25 de septiembre de 2012

Lao La, manos de mantequilla


Todo empezó una maravillosa noche. Habíamos comprado en el supermercado para cenar revoltijo de patata frita y huevo (cena saludable donde las haya, ¿eh?). Todo iba a la perfección: la cena se hizo todo lo rápido que nos permite el fuego y nos disponíamos a ir a mi habitación con todos los cacharros para cenar y después, fregarlos.  Como buenos ahorradores, decidimos guardar en un vaso el aceite de oliva que nos había sobrado para reutilizarlo otro día. ¿Pero qué pasó? Al verter el aceite de la sartén al vaso, éste se quedó un poco mojado y yo, al cogerlo, lo vertí entero encima de mi mesa. Por suerte, no manchó ni el ordenador ni los libros. Así que todo quedó en un susto y en una anécdota divertida que contar en un futuro.

Pero, el destino no ha querido que esto acabe aquí.

El lunes en clase, estaba muertísima de sueño y decidí comprarme un café (llámalo café, llámalo agua sucia con cafeína). Como todo café de máquina, estaba ardiendo así que lo deje encima de la mesa mientras seguíamos la clase para que se enfriara. Cuando faltaban 5 minutos para acabar la clase, sin querer le di un golpe al vaso y lo tiré entero. ¡Ole yo! 

Volví a tener suerte y el café manchó un poco de la mesa y principalmente cayó al suelo. La rusa de delante tuvieron suerte de la separación que hay entre mesa y mesa porque sino la hubiese bañado entera de café. Obviamente, me metí el susto de mi vida y di un grito medio ahogado y toda la clase se me quedó mirando. Muerta de vergüenza, comencé a limpiar la mesa con pañuelos que Mark y Meri me iban dejando. Para acabar de rematar la jugada, la profesora me suelta: “En el lavabo hay una fregona”.

Así que sí, amigos, después de clase, fui a coger la fregona y me puse a limpiar el suelo. Próximamente pruebas gráficas en facebook de este momento. Mark, ¡yo también te quiero!

Tengo que añadir a todo esto (y para que os acabéis de reír de mi) que los rusos ya me tienen calada. Esta mañana he vuelto a comprarme un café entre clase y clase. Cuando he entrado en el aula, el ruso se me ha quedado mirando en plan “oh dios, vuelve con un café” y le ha dado un golpecito a la chica para que me mirara. He colocado el café encima de la mesa y se han girado para mirarme. Así que les he dicho: “Hoy no voy a volver a tirar el café ¿eh?”

Nota informativa: ¡¡NO SE ME HA CAÍDO EL CAFÉ!! Pero ya tengo la fama ganada… ¡qué remedio!

Más capítulos sobre Lao La manos de mantequilla, esperemos que dentro de mucho tiempo…

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