Todo
empezó una maravillosa noche. Habíamos comprado en el supermercado para cenar
revoltijo de patata frita y huevo (cena saludable donde las haya, ¿eh?). Todo
iba a la perfección: la cena se hizo todo lo rápido que nos permite el fuego y
nos disponíamos a ir a mi habitación con todos los cacharros para cenar y
después, fregarlos. Como buenos
ahorradores, decidimos guardar en un vaso el aceite de oliva que nos había
sobrado para reutilizarlo otro día. ¿Pero qué pasó? Al verter el aceite de la
sartén al vaso, éste se quedó un poco mojado y yo, al cogerlo, lo vertí entero
encima de mi mesa. Por suerte, no manchó ni el ordenador ni los libros. Así que
todo quedó en un susto y en una anécdota divertida que contar en un futuro.
Pero, el destino no ha querido que
esto acabe aquí.
El
lunes en clase, estaba muertísima de sueño y decidí comprarme un café (llámalo
café, llámalo agua sucia con cafeína). Como todo café de máquina, estaba
ardiendo así que lo deje encima de la mesa mientras seguíamos la clase para que
se enfriara. Cuando faltaban 5 minutos para acabar la clase, sin querer le di
un golpe al vaso y lo tiré entero. ¡Ole yo!
Volví a tener suerte y el café manchó un poco de la mesa
y principalmente cayó al suelo. La rusa de delante tuvieron suerte de la
separación que hay entre mesa y mesa porque sino la hubiese bañado entera de
café. Obviamente, me metí el susto de mi vida y di un grito medio ahogado y
toda la clase se me quedó mirando. Muerta de vergüenza, comencé a limpiar la
mesa con pañuelos que Mark y Meri me iban dejando. Para acabar de rematar la
jugada, la profesora me suelta: “En el lavabo hay una fregona”.
Así
que sí, amigos, después de clase, fui a coger la fregona y me puse a limpiar el
suelo. Próximamente pruebas gráficas en facebook de este momento. Mark, ¡yo
también te quiero!
Tengo
que añadir a todo esto (y para que os acabéis de reír de mi) que los rusos ya
me tienen calada. Esta mañana he vuelto a comprarme un café entre clase y
clase. Cuando he entrado en el aula, el ruso se me ha quedado mirando en plan “oh
dios, vuelve con un café” y le ha dado un golpecito a la chica para que me
mirara. He colocado el café encima de la mesa y se han girado para mirarme. Así
que les he dicho: “Hoy no voy a volver a tirar el café ¿eh?”
Nota
informativa: ¡¡NO SE ME HA CAÍDO EL CAFÉ!! Pero ya tengo la fama ganada… ¡qué
remedio!
Más
capítulos sobre Lao La manos de
mantequilla, esperemos que dentro de mucho tiempo…
Artista!
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