La
semana pasada teníamos una semana de vacaciones por la Fiesta Nacional y
decidimos ir a conocer un poco Beijing. La semana de antes, queríamos ir a
comprar los billetes a la estación de trenes pero nos dijeron que cerca del
campus había una tienda donde los vendían. Así que fuimos para allá y flipé en
colores cuando vi que era una frutería. Dentro de esa tienda, había, en una
esquina, una mujer que vendía billetes de tren y donde, después de estar un
rato peleándonos con nuestro chino, conseguimos comprarlos. 55 yuanes (unos 6
euros) un billete de ida a Beijing con el tren rápido que dura media hora. Antes de irnos hicimos un planning de lo que
íbamos a visitar.
Día
1. Llegada a Beijing
Llegamos
a la Estación de trenes de Beijing Sur y ya nos dimos cuenta de la cantidad de
gente que nos íbamos a encontrar por la capital china. Salir de la estación fue
locura máxima y en el metro también. Aunque tengo que reconocer que los metros
en Beijing están bastante bien.
Después
de dejar las maletas en el hotel (y después de pagar 600 yuanes de fianza, hola
bona tarda?), nos dirigimos a la famosa calle de tiendas de Beijing, Wanfujing. Es una calle enorme
llena de tiendas. Nos metimos en un centro comercial para comer y comer, comí
más bien poco porque la comida picaba
cosa mala. Me encontré un mechero en el restaurante y puedo aseguraros que
con el mechero y con lo que me picaba la boca, podía hacer llamaradas dignas de
un dragón. Solo pude comer el arroz
hervido insípido que te ponen como acompañamiento en todos los restaurantes
chinos.
De
allí, decidimos echar un ojo en el Mercado de la Seda y también hicimos un poco de shopping. Me
compré unas “vans” por unos 7 euros.
Día
2. Recorriendo un poco la ciudad
Este
día fuimos a visitar cosas “no muy turísticas” porque era justo el día después
de la Fiesta Nacional y pensamos que los sitios más famosos estarían a petar.
Así que por la mañana fuimos a un templo Lama llamado Templo Yonghe. Resulta que es uno de los más
importantes después de los del Tibet. En la entrada nos hicieron descuento por
ser estudiantes y la verdad es que me gustó mucho. Había gente rezando, había
muchos pabellones llenos de budas de todo tipo y lo más impactante fue ver un
buda de 18 metros tallado de una sola pieza.
Después
queríamos buscar algún sitio para comer y dimos miles de vueltas pero al final
encontramos un sitio de curry que estaba buenísimo. Además podías elegir si lo
querías picante o no. Por poco menos de 5 euros comí un plato de arroz y pollo
con curry.
Con
el estómago lleno, nos dirigimos a la zona de exposiciones de arte 798. Había cosas bastante
curiosas de arte contemporáneo y la verdad es un sitio interesante.
De
allí, fuimos a la zona Olímpica.
Nos habían recomendado ir de noche porque los edificios se iluminan. Y la
verdad es que tiene su encanto. Nada más llegar, Mark y yo, al ver que la zona
de césped hacía bajado, decidimos recordar viejos tiempos y hacer la croqueta.
Después nos sentamos al lado de un lago a descansar. De repente, un señor nos
comenzó a decir algo en chino y entendimos que nos teníamos que ir de allí. En
un principio creímos que era porque iban a cerrar, así que nos encaminamos
calle abajo para ver el estadio. Pero de repente, comenzó a sonar música y en
el lago donde estábamos sentados antes, vimos que había empezado un espectáculo
de agua, colores y música. Ya nos veis corriendo como locos para poder verlo. Good luck! Tras el espectáculo, continuamos nuestro
camino y nos hicimos alguna que otra foto en el estadio. Luego cena y para el
hotel a descansar.
Día
3. Muerte y destrucción
Nos
levantamos temprano y pusimos rumbo a Tiananmen donde pudimos ver la gigantesca
foto de Mao. Justo allí también se encontraba la entrada de la Ciudad Prohibida. Había
muchísima gente en todos lados y era casi imposible ver las cosas bien. Hubo un
momento que intenté ver lo que había en el interior de un edificio pero los
chinos no paraban de empujar por todos lados y al final decidí salir de aquella
muchedumbre como pude porque era agobiante. Sin embargo, el sitio tiene su
encanto. Al salir de allí, fuimos a comer y después de vuelta a la plaza de Tiananmen (tuvimos que rodear
toda la Ciudad Prohibida para volver allí y os puedo asegurar que no es
pequeña), donde para entrar hay que hacer cola y hay que pasar un escáner.
A continuación, nuestra intención era ir a Beihai Park…pero nos
equivocamos y acabamos en la parte sur del parque. Porque “bei” significa
norte. Estábamos tan cansados que no sabíamos cómo hacer para llegar al parque
sin que se nos echara la noche encima. Al final, pillamos un taxi que fue más
barato de lo que me esperaba. El parque
tiene mucho encanto y tiene buenas vistas de la ciudad pero nos comenzó a
llover un poco y nos tuvimos que ir. Además, habíamos quedado con Jose (un
amigo del Erasmus) en Wanfujing para ir a la calle de la comida, donde pudimos
ver los pinchos de escorpiones, estrellas de mar, gusanos… Por si alguien se lo
está preguntando, NO PROBÉ NADA. Quiero añadir que fuimos andando desde Beihai
hasta Wanfujing porque como había llovido los taxis eran carísimos y el metro
estaba a tomar por culo, así que cuando llegué al hotel por la noche estaba
para cogerme con pinzas.
Día 4. Turismo y compras
Ese día, y después de las pateadas que nos metimos el día
anterior, “sólo” fuimos a visitar el Palacio de Verano. Y lo pongo entre comillas porque estuvimos unas
5 horas y no lo acabamos de ver todo. ¡Estos chinos siempre hacen todo a lo
grande! De todo lo que he visitado, es mi favorito. Además, el tiempo nos
acompañó y eso siempre se agradece.
Por la tarde volvimos al Mercado de la Seda para acabar de comprar algunas
cosas a las que ya habíamos echado un ojo la vez anterior.
Día 5. Paseo y vuelta a casa
De este día no hay mucho que contar. Por la mañana fuimos a
dar un paseo por una zona de hutongs,
que son callejuelas antiguas donde puedes ver cómo viven los chinos y también
hay alguna que otra tienda de antigüedades y caligrafía.
Después, de vuelta al hotel a acabar de recoger y para la
estación de trenes. Tengo que admitir que cuando llegué de nuevo a Tianjin, me
alegré de haber escogido este sitio como destino para estudiar porque es mucho
más relajado y hay mucha menos gente que en Beijing.
Y después del rollo que os he metido, viene la parte
divertida…
Las anécdotas del viaje
1.
¡Mama,
me estoy meando! Eso es lo que debió
decirle una niña a su madre dentro del metro para que la mujer la colora en una
esquina al lado de unas de las puertas de salida para que hiciera sus
necesidades tan tranquilamente. Mi cara al ver esto, ya os la podéis imaginar.
También debió decirle eso
a su madre un niño que estaba en la plaza Tiananmen porque su madre lo cogió en
brazos y lo puso encima de un cubo de basura para que hiciera sus necesidades.
2.
El
arte de regatear. Lo admito, me he aficionado a esto de regatear. Todavía
no soy una experta pero he aprendido unas cuantas técnicas. Me he dado cuenta
que si sabes hablar un poco de chino, es más fácil conseguir algo por un precio
bajo porque les hace gracia. Los vendedores son auténticos actores que hacen
que se indignan cuando le dices un precio demasiado bajo (según ellos) pero
cuando ven que te vas, te llaman
corriendo para que vuelvas.
A destacar el momento en
que vi unos amuletos que me gustaban pero que sabían que iban a ser muy caros.
Efectivamente, la mujer me pedía unos 960 yuanes por 2 amuletos. Le dije que no
los quería, que eran muy caros y me preguntó cuál era mi precio. Le dije que
120 y la mujer se escandalizó diciendo que así perdía dinero. Subí a 140 pero
ella seguía pidiendo más dinero. Al final me pedía 500 yuanes y de ahí no
bajaba. Encima la mujer con todo su morro, me decía que si no tenía dinero, que
lo pagara con tarjeta. Y yo venga decirle que no tenía más dinero y que no
tenía la tarjeta de crédito allí (cosas que eran ciertas). Al final, al ver que
no los iba a conseguir, decidí irme y de repente, me agarra del brazo y me
dice: ‘Está bien, te los dejo a tu precio, 140 yuanes.’ ¡Bien por mí!
3.
F****
ME, I’M FAMOUS. Los chinos tienen
problemas mentales. Todavía no le encuentro la gracia de hacerse veinte mil
fotos con extranjeros, pero así es. Cada vez que nos hacíamos fotos de grupos,
se nos acoplaban unos cuantos chinos o sino, los que iban paseando, se paraban
para mirar o hacernos fotos. Era tal cantidad de fotos las que nos hacían que
comenzamos una competición de a ver quien conseguía más fotos. En el fondo,
tengo que reconocer que nos gustaba y nos hacía gracia. Suerte que hemos vuelto
a Tianjin y ya no nos sentimos tan importantes porque había momentos que se nos
subía la fama a la cabeza.
4.
¿Tu
pelo es natural? Estando en el mercado de la Seda intentando ayudar a Mark
a regatear el precio de unas bambas, una de las dependientas me comenzó a tocar
el pelo porque le gustaban mis rizos y me preguntaba si eran naturales. También
nos comenzó a mirar el color de los ojos. A Fiamma, le dijo que tenía la piel
de una occidental (es muy blanquita) pero que el color de ojos era como el de
los chinos.
¡Y eso es todo amigos!
Espero no
haberos aburrido demasiado y que os haya gustado mi aventura por Beijing. Próximas
entradas con más anécdotas de Tianjin. ¡Un beso!